Cuando finalizaron la construcción del conocido como Palacio Farnesio, sus fiestas y comilonas fueron míticas. Disponía, el palacio, de un salón en la planta superior cuyos ventanales daban al río Tíber y en algunos banquetes el oro corría por la mesa. No es que se lo comieran, no, lo derrochaban de peor modo.

Pero ya saben ustedes, queridos amigos, que uno no se hace rico si derrocha de este modo y los Farnesio también lo sabían. A la vista de sus invitados el gesto era espectacular y cercano a la locura. Lo que no sabían aquellos invitados era que había criado de los Farnesio escondidos entre los arbustos junto al río y que manejando grandes redes recogían los objetos de oro para poder ser reutilizados, espero que después de ser fregados.
Mayte Plaza Gragera.
Me encantan las anécdotas que buscas Mayte. Muy muy buenas.
ResponderEliminarSigue así y a ver si te animas y las cuentas en clase.